Cada comunidad depende de un equilibrio muy delicado en el que cualquier pequeño cambio puede tener consecuencias no deseadas. Cualquier servicio o proyecto social debería:
Comprender las necesidades integrales de los beneficiarios, no un solo aspecto.
Adaptar los servicios a las necesidades de la comunidad, sin dejar de lado el contexto general.
Evaluar las consecuencias de la actividad en las personas beneficiarias y, también, en su familia y su comunidad.
Monitorear las consecuencias no deseadas y actuar inmediatamente si estas surgen.